En el corazón verde del Parque Nacional Barranca del Cupatitzio se encuentra La Rodilla del Diablo, un lugar envuelto en leyendas y maravillas naturales. Aquí, el río Cupatitzio brota en un arroyo cristalino, como si naciera directamente de las entrañas de la tierra. Sus aguas burbujean y bailan con una energía casi sobrenatural, su claridad revela las piedras lisas del fondo, un espejo de pureza en medio de la exuberante vegetación que lo rodea. Este sitio sagrado, venerado por los locales desde tiempos inmemoriales, es conocido como el lugar donde, según la leyenda, el diablo se arrodilló, dejando su marca en la tierra en un antiguo relato de poder y desafío.
La Batalla por el Valle
La leyenda cuenta que hubo un tiempo en que el diablo intentó reclamar el fértil valle como su dominio. Pero mientras avanzaba por la barranca, una fuerza divina lo detuvo, obligándolo a caer de rodillas. En ese instante, surgió el río Cupatitzio, puro e incorruptible, un regalo de vida que el diablo no pudo mancillar. Hoy, quienes visitan La Rodilla del Diablo pueden sentir una energía especial en el aire, como si la tierra misma recordara la lucha que allí ocurrió. Las aguas, siempre frescas y vibrantes, parecen cantar suavemente, su melodía un testimonio de la victoria sobre la oscuridad.
Pararse al borde de este manantial encantado es adentrarse en un mundo donde las historias y la naturaleza se entrelazan. El juego de luces y reflejos en el agua crea destellos brillantes, como si el aire mismo guardara secretos aún por revelar. La Rodilla del Diablo es más que una maravilla natural: es un lugar de transformación, donde mito y naturaleza convergen, recordándonos la magia eterna que fluye en el corazón del río Cupatitzio.
Espero que hayas disfrutado este intento de “contar leyendas”. Este es, sin lugar a dudas, uno de los mejores lugares para visitar si te gusta el senderismo y disfrutar de la naturaleza en su máxima expresión. Contáctame para visitar este maravilloso manantial que da origen a numerosos ríos y cascadas a lo largo del parque.
Carlos Alanis